
La Parroquia de Santiago el Mayor de Totana ha dado a conocer el nuevo altar con motivo de la Navidad, una composición concebida no solo como espacio ornamental, sino como una catequesis visual que invita a contemplar el misterio del Nacimiento desde una profunda dimensión espiritual.
La escena está presidida por un ángel principal que eleva una de sus manos hacia el cielo, subrayando que el origen de la Navidad no nace de la tierra, sino que desciende de Dios. De la otra mano deja caer una guirnalda de flores sobre el altar, un símbolo elocuente del encuentro entre el cielo y la humanidad, y de cómo lo divino embellece el lugar elegido para hacerse cercano.
En el centro del conjunto se sitúa el Niño Jesús, rodeado de ángeles. El altar se presenta así como cuna y, al mismo tiempo, como lugar de ofrenda. En la imagen del Niño ya se anticipa toda su entrega futura: las flores que descienden sobre Él anuncian un amor que no se reserva, sino que se derrama generosamente.
El frontal del altar completa el mensaje con la figura del pelícano, una imagen tradicional de Cristo en la iconografía cristiana. El ave, que según la simbología abre su pecho para alimentar a sus crías, remite a un Dios que da su propia vida para que los demás tengan vida. De este modo, el Niño del pesebre se presenta como el mismo Cristo que se entregará en la cruz y que hoy se ofrece como alimento en la Eucaristía.
Los ángeles portan distintos signos cargados de significado. La cruz de flores recuerda que nacimiento y sacrificio están íntimamente unidos. La corona circular proclama la realeza eterna del Niño, sin principio ni fin. Las guirnaldas, por su parte, celebran la alegría y la vida nueva que brotan cuando Dios habita entre los hombres.
Este altar se convierte así en un espacio donde cielo y tierra se encuentran. El Niño que nace, el pelícano que se entrega y los ángeles que adoran trazan un mismo camino espiritual: levantar la mirada, acoger a Cristo y dejarse alimentar por su amor para dar vida al mundo.





