Paso la palabra. Para meditar cada día: 27/7/2024

Paso la palabra. Para meditar cada día
Paso la palabra. Para meditar cada día: 27/7/2024
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» Él les contestó: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.»      

1 “¿Por qué les hablas en parábolas?” Señor, las parábolas con las que expones a la gente  el Reino no parecen demasiado difíciles  y complicadas. Pero los discípulos ven que son pocos los que acogen tu mensaje. Tal vez por eso su pregunta. Pero resulta, Señor, que, así como no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír, tampoco hay peor “entendedor” que el que no quiere entender. Y a muchos de los que te escuchaban era lo que les pasaba: no querían entender. ¿O tal vez temían “entender”? Porque ¿no me pasa a mí eso a veces, Señor? Cuando tu Palabra tiene aristas, cuando corta y punza y duele demasiado, me da miedo entender lo que me pides, y entonces doy un paso atrás y comienzo a  buscar explicaciones más cómodas, más manejables, más sin complicaciones. Señor, Dios mío, ¿hasta cuándo temeré  a tu Palabra? Ten misericordia de mí. Conviérteme, Señor.

2 “A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.” Tu Palabra, Señor, hay que escucharla con corazón humilde, sencillo, sin miedo a que nos desistale y nos complique la vida. A  los fariseos y tantos otros, era lo que les faltaba. W. Trilling comenta: el reino de Dios  “es un misterio, que solamente lo conoce el oyente solícito....  Jesús llama a todos y no olvida a nadie, su palabra va dirigida a todos los grupos de hombres sin distinción. Pero allí, en diferentes campos de labranza, se decide si se acepta o se rechaza la palabra de Jesús, si puede echar raíces  y dar fruto, o si se pierde en seguida o en el curso del tiempo.” Lo del estribillo de un canto sobre la parábola del sembrador:  “no es culpa del sembrador, - ni es culpa de la semilla; - la culpa estaba en el hombre- y en cómo la recibía.” No fallas tú, Señor, no falla la Palabra. Falla nuestro corazón que no se abre a ella. Que yo, Señor, libre de miedos y prejuicios, escuche y acoja tu Palabra con unas grandes ansias de sentirme iluminado por ella. Como la acogió Francisco de Asís.

3  “¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.” Señor, ¡que maravilloso, si de mí puedes decir un día que soy dichoso porque no me he negado a ver ni me he negado a oír el misterio de amor que  has querido revelarme! Gracias, Señor, por haberme llamado  a ser de los tuyos. Perdona porque a veces, ciego y sordo, no he querido ver ni oír tu amor. Dame, Señor,  unos ojos y unos oídos nuevos, para escuchar y ver lo que quieres de mí en cada momento de mi vida y llegue a ser perfecto discípulo tuyo.

  • El verdadero discípulo de Cristo es un perfecto oyente del mismo: escucha, entiende, obedece y produce fruto con su obediencia.
  • Pendón, Señor, porque he sido sordo que no quiere oír, ciego que no quiere ver tu amor desbordante…
  • No permitas que se endurezca mi corazón como camino pisado e incapaz de acoger la semilla.
  • Dame, Señor, disponibilidad para escuchar tu palabra y receptividad para entender sus exigencias de vida. Padre, hazme perfectos discípulo de Cristo, tierra fértil en que fructifica la semilla del Reino.

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

27/7/2024


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