Paso la palabra. Para meditar cada día: 19/3/2024

Paso la palabra. Para meditar cada día
Paso la palabra. Para meditar cada día: 19/3/2024
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla." Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad." La mujer le dice: "Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo." En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho." Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo."( Juan 4, 4-42).

1.      En el Evangelio vemos a una mujer que tiene sed. Va al pozo con su cántaro vacío  pensando volver con él lleno de agua. Lo ha hecho otras muchas veces y  espera tener que hacerlo muchas más. Pero hoy alguien le está esperando. En el pozo, donde ha buscado tantas veces el  agua para su sed,  le espera Jesús, que le habla de otra agua que puede saciar su sed para siempre: "El que beba de esta agua volverá a tener sed: pero el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer se defiende: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? Pero terminará rogando: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla”. Después abandonará el cántaro que pensaba llenar de un agua que pronto se le agotaría.  ¿Para qué lo quiere, si dentro de ella tendrá el surtidor de agua viva? Señor, tú  siempre superas nuestras expectativas y esperanzas. ¡De qué maravillosa manera nos desborda siempre tu amor! La samaritana buscaba llenar un cántaro de barro, y tú le ofreces llenar para siempre el cántaro de su vida. Así de espléndido eres siempre, Señor. Gracias.

2.        ¿No nos reconocemos nosotros en esta mujer sedienta? Sedientos de felicidad, de amor, de fraternidad, de verdad, de comprensión, de vida...  ¿A cuántas fuentes hemos acudido? Pero la sed sigue ahí, seguimos insatisfechos. José Manuel Hernández dice: “La cuaresma es un tiempo privilegiado para tomar conciencia de nuestras insatisfacciones y de nuestra sed profunda, y también para emprender el camino en busca de la fuente. Contamos con la ventaja de saber que ésta se encuentra en aquel que un día alzó la voz en medio del templo de Jerusalén con esta propuesta. “El que tenga sed que venga a mí y beba... y de lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva” (Jn 7,37-38). Señor, como la samaritana, como muchos, soy un gran sediento. He bebido en muchas fuentes que no me han saciado. Hoy te pido, como aquella mujer de Samaria: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed...”.

3.      La historia de la Samaritana y la experiencia de muchos después acreditan la verdad de la oferta de Jesús: “el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed...."  Ahí está ese gran sediento que fue san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti.” Y Francisco de Asís, otro sediento de gloria, de prestigio y de fiestas, que siente saciada su sed cuando se encuentra con un leproso y la repugnancia le hace huir;  pero de pronto vuelve, se acerca al leproso y lo abraza y lo besa. Y en su estamento lo recordará  : “como yo estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los  mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulcedumbre del alma y del cuerpo”... Y así Ignacio de Loyola, y Francisco de Javier y tantos otros sedientos. Sólo en la fuente viva que es Cristo, sintieron saciada su sed. Juan J. Bartolomé dice: “Seríamos mejores creyentes si, como la samaritana, descubriéramos en nuestra sed de vida, siempre insatisfecha, nuestra necesidad de Dios siempre por satisfacer.” Señor, que en esta cuaresma descubra que sólo tú puedes saciar mi sed. Concédeme que, en adelante, sólo beba en tu fuente.

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

19/3/2024


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