Las esencias de la Semana Santa bullen en el corazón de Totana

Totana.com

Probablemente sea la renuncia una fundamental experiencia para asentarnos en la vida, pues inalterable e indómita permite encajar la realidad de la existencia, a la vez que nos sitúa ante la evidencia de limitaciones y fragilidades que uniforman la trayectoria vital, recordándonos que no todo puede ser poseído. En ella, además, subyace el fermento que faculta para saborear en plenitud los logros, los triunfos, los anhelos que nos vimos obligados a posponer en determinados momentos. Recuperarlos, conquistarlos, abrazarlos… se convierte en un reto de satisfacción, en un radiante palpitar de alegría. Sin embargo, otras tantas veces, implacable y despiadada, la renuncia nos arrebata amores, presencias, aromas… dejándonos huérfanos de pulsiones y en cuyo tramo ubicamos todo lo que hemos tenido que prescindir en este tiempo en el que la pandemia ha mermado nuestros pasos, especialmente al atacar principales resortes del ser humano: su imprescindible necesidad del otro, del encuentro interpersonal, su sentido de projimidad.

En esa perspectiva, como también en otras muchas parcelas del caminar, nuestra Semana Santa, la que Totana conoce, ama y venera, ha tenido que renunciar a aspectos básicos y esenciales de su identidad, pilares que la fundamentan y dan vigor: el gozo de las tertulias en las sedes de hermandades y cofradías, las juntas de hermanos, los preparativos y ajetreos para esa gran puesta en escena que da firmeza a los días grandiosos de la semana de Pasión, como también la concurrencia de emociones que convergen en ese ámbito. La simbiosis de ilusiones, en torno a este acontecer, aguarda expectante que una nueva primavera permita que estallen los brotes que año tras año han ido forjando su reciedumbre.

Entre tanto nos quedan los recuerdos, esas experiencias apreciadas en intensidad que emergen en la memoria para robustecer el trepidar de la vida, pero también la jubilosa fragancia del mensaje y testimonio de Cristo, un argumento que irradia de razón la existencia, pues es su palabra y entrega una mirada de ternura, compasión y misericordia, de justicia y solidaridad, de manos tendidas al abrazo fraternal.

Con efectivo acierto, además, en estos días, una brisa alentadora vivifica la entidad de esta celebración con la muestra Passio Christi, un Vía Crucis expositivo que acoge el templo parroquial de Santiago. En esta semblanza de fervor, de devociones, de arte y religiosidad, brilla el esfuerzo de hermandades y cofradías, canalizando el germinar de un fecundo manantial que afloraba en Totana en los primeros años del siglo XVII. Detenerse en la multitud de detalles, en la selección de textos e imágenes que la integran, en la urdimbre que conforma su textura es un deleite para el espíritu, un vendaval de matices para la introspección y el pensamiento, pero también un delicado y sublime homenaje a la trayectoria nazarena de Totana.

Sean estas reflexiones un tributo de gratitud hacia todos aquellos que habéis contribuido a dar consistencia a esta atmósfera. Vuestra determinación es un delicioso regalo de esperanza, de aliento y fascinación, un bálsamo que apacigua el desgarro que oprime el alma.

Juan Cánovas Mulero 

 
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Passio Christi
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