Viernes de la 5ª semana de Cuaresma

Paso la palabra. Para meditar cada día
Viernes de la 5ª semana de Cuaresma
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

Oía el cuchicheo de la gente: «Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo.» Mis amigos acechaban mi traspié: «-A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él.» Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos. (Jeremías 20,10-13)

“En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis? Los judíos le contestaron: No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios. Jesús les replicó: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo os digo: Sois dioses? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es Hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudían a él y decían: Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad. Y muchos creyeron en él allí.” (Juan 10, 31-42)

1.        Hoy la liturgia nos recuerda que Jeremías, por denunciar la violencia y anunciar la destrucción del templo de Jerusalén, se gana la antipatía de los dirigentes, y hasta sus familiares se ponen contra él. Tanto que traman eliminarlo. Pero Jeremías sabe que Dios está con él: “el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo.” Lo que ocurrió a Jeremías –y a otros profetas- será lo que ocurra a todo el que denuncie el comportamiento injusto y depravado de la sociedad. La incomprensión, la crítica y la persecución son seguros. Es lo que ocurrió a Jesús. Con su predicación y sus obras denunciaba el comportamiento malvado de los dirigentes judíos. Ellos no pueden tolerarlo y quieren apedrearlo. Jesús se defiende con palabras que suenan a llenas de amor y son una nueva invitación a ver en sus obras las obras del Padre y a aceptarlo como su Enviado: “Os he hecho ver muchas obras buenas  por  encargo de mi Padre: ¿por cuál  de ellas  me apedreáis?” Aquí podríamos preguntarnos: En nuestro apostolado, en nuestro testimonio cristiano, ¿cómo reaccionamos ante las críticas y los rechazos de los demás? Si es preciso defendernos, ¿lo hacemos de manera amable, humilde, dejando siempre la puerta abierta al amor? ¿O somos de los que rompemos pronto la baraja, y con malas maneras y peores palabras cortamos con los que nos critican? Señor, danos un corazón manso y humilde como el tuyo. Que seamos comprensivos y pacientes con los que nos rechazan o critican.

2.      Los dirigentes judíos, a pesar de que insiste en la llamada, siguen -cegados por sus prejuicios- sin creer en él, afirmándose cada vez más en su empeño de quitarle de en medio…  Al contemplar el rechazo de aquella gente, pienso en la inmensa tristeza que debió sentir Jesús. El está ofreciendo la salvación de Dios, y ellos rechazándola. Y lo trágico es que lo hacen en nombre de Dios, es decir, por defender la religión: “No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios”. Y al ver el comportamiento de aquellos judíos, me pregunto, por una parte, si a veces los cristianos, en nombre de Dios y defendiendo “nuestra religión” o “nuestra imagen de Dios”, no pisoteamos la caridad y la justicia, y rompemos la fraternidad; y, por otra parte, pienso en lo difícil que se hace dar marcha atrás, cambiar de actitud, cuando el corazón se ha endurecido a base de resistir a las llamadas de Dios. Podemos ver todo lo que el Señor ha hecho con nosotros, pero ¿volvernos al Señor, convertirnos a él, y arrojarnos a sus brazos?... Señor, ten paciencia con nosotros. Señor, que la abundancia de tu gracia en estos días santos enternezca nuestros corazones endurecidos.

3.      “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras…”. Obras son amores y no buenas razones, dice el refrán. El amor se muestra más en las obras que en las palabras. Y Jesús ha manifestado con palabras el amor del Padre, pero, sobre todo, ha hecho las obras del Padre. Nosotros, en cambio, ¡con qué facilidad nos quedamos en las palabras! Buenas palabras no nos faltan. Hablamos y parecemos santos. Pero ¡obras, obras de amor a Dios y a los hermanos, obras de comprensión, entrega y servicio, son las que nos faltan!  Por eso muchos no nos creen. ¿Cómo vamos a atraerlos al evangelio con las palabras desnudas? Muéstranos, Señor, qué obras nuestras no son coherentes con nuestra profesión de fe y, en vez de atraer a los demás hacia ti, los alejan.  Habla, Señor, a nuestro corazón, que queremos escucharte.

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

11/04/2014


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