Martes de la 29ª semana del T. O.

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.» (Lucas 12, 35-38)

1.       En el evangelio hoy el Señor nos llama a estar  vigilantes, en actitud de espera, siempre dispuestos para acogerle, cuando venga: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. Y pone como modelo al criado, que espera la vuelta del amo que ha ido a una boda, teniendo la túnica recogida  y la lámpara encendida a mano, de modo que pueda abrirle apenas llame, sin tardanza ninguna y sin dar lugar a que se enfade su amo. Así –dice Jesús - debemos estar los que esperamos la vuelta del Señor. Porque sabemos que vendrá, pero ignoramos la hora. Lo razonable, pues, es estar preparados, con la lámpara encendida, es decir,  con la vida iluminada por la luz de las buenas obras, haciendo el bien, amando y sirviendo a Dios y a los hermanos.

2.      Los que estén preparados son felicitados: “Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela”. En la Biblia la fiesta del Reino de Dios frecuentemente es descrito como un banquete de bodas, que Dios prepara para los que acogen el Reino. En ese banquete se invertirán los papeles: el siervo será señor, el Señor se hará servidor: “os aseguro que [el señor] se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”. Si lo recordáramos, qué otra sería nuestra actitud ante la venida del Señor, ante la muerte; no la temeríamos como a ladrona, sino que la esperaríamos, con ansia, como a quien viene a abrirnos la puerta para la fiesta del Señor. Así la esperaba la Santa de Ávila, y por eso, cantaba: “Ven, muerte, tan escondida,/ que no te sienta venir,/ porque el placer de morir/ no me vuelva a dar la vida”. Y Francisco de Asís, estando para morir –según su biógrafo- pedía a sus frailes “que cantaran en alta voz las alabanzas del Señor por la muerte que se avecinaba, o más bien, por la vida que era tan inminente”.

3.      La pregunta que debemos hacernos hoy -y cada día- sería ésta: Si el Señor llegara en este momento, ¿yo estaría entre los “dichosos” a los que el Señor sentará a la mesa e irá sirviendo? Y no olvidemos que el Señor llegará por sorpresa, que el encuentro con él puede ser en cualquier momento. Es algo, pues,  que no debemos esperar improvisarlo, hay que prepararlo día a día. Por eso, hoy preguntémonos: si en este momento me dijeran que el Señor llega, que éste es el último día de mi vida, ¿cómo me gustaría haber vivido?, ¿qué cosas me gustaría haber hecho o haber dejado de hacer? Si fuésemos medianamente sensatos -con la sensatez del evangelio-,   viviríamos como si hoy fuera nuestro último momento. Entonces, Señor, sí espera- ríanos el encuentro contigo sin temor, sino con la esperanza y el gozo del que espera a quien ama y sabe que le ama. 

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

03/11/2015