Martes Santo

Paso la palabra. Para meditar cada da
Martes Santo
Por Jesús Aniorte

1. Preparacin

Seor, aqu estoy delante de ti. Aydame a tomar conciencia viva de que t ests conmigo siempre. Est donde est, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oracin me sea provechoso. Que vea claro qu quieres de m. Dame un corazn nuevo, que me gue por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Seor. Soy todo tuyo. Haz de m lo que t quieras. Amn.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Djate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexin te basta, qudate ah, no prosigas.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecha. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: "Señor, ¿quién es?" Le contestó Jesús: "Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado". Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: "Lo que tienes que hacer hazlo en seguida". Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. Por lo tanto, Dios lo va a introducir en su propia Gloria, y lo glorificará muy pronto". Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿a dónde vas?" Jesús le respondió: "Adonde yo voy, no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde". Pedro replicó: "Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti". Jesús le contesto: "¿Conque darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces". ( Juan 13, 21-32, 36-38).

  1. Pedro y Judas, dos traidores, pero con finales muy distintos. Pedro ama al Maestro y ha dicho que está dispuesto a morir por él: “Daré mi vida por ti.” Pero no muchas horas después lo negará: “yo no conozco a ese hombre”. Canta el gallo, y la mirada de Pedro se cruza con la mirada amorosa de Jesús. Y el corazón de Pedro se rompe de amor y pena: “y saliendo afuera, lloró amargamente”. Pedro fue débil, le venció el miedo. Pero reconoció su culpa y lloró su pecado. Para Pedro su pecado no fue el final, sino el comienzo de una vida nueva más plena de amor al Maestro. ¿Y Judas? Judas está con Jesús también; pero rumiando la traición. Buscará a los enemigos. Regateará el precio. Y, cobradas las 30 monedas, les dará la señal: “aquél a quien yo bese, ése es; prendedle”. Judas se encontrará también con la mirada de Jesús y su palabra llena de tristeza y amor: “Amigo, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” Pero el corazón de Judas no se rompió de pena y amor ante la llamada del Maestro. Con él fracasa la obra de salvación de Jesús; su inmenso amor no sirvió de nada, porque Judas no lo aceptó. Confesará ante los que le habían pagado: “He pecado entregando sangre inocente.” Pero fue y se ahorcó. Para Judas, trágicamente, su pecado fue el final
  2. Dos traidores. Como cualquiera de nosotros. En la traición nosotros somos como los dos. Cuántas veces, como Pedro, en momentos de entusiasmo y fervor, hemos prometido al Señor amor y fidelidad para siempre: “Ya nunca más, Señor, ofenderte, volverte la espalda…” Pero llegó la tentación, la dificultad, el miedo a las consecuencias de nuestros actos, a obrar contra corriente, a la renuncia del placer o del bienestar, y le traicionamos... Y, como Judas, ¿no hemos vendido al Señor a cambio de cualquier? Dicen que san Felipe Neri oraba: “ Señor, no te fíes de mí. Señor, ten de tu mano a Felipe, que, si no, un día, como Judas, te traicionará.” Así te ruego yo hoy, Señor: No te fíes de mí; no me dejes de tu mano. Mira que te he traicionado muchas veces y te traicionaré de nuevo. Pero, sobre todo, te pido, Señor, que si te traiciono, tu amor me atraiga de nuevo hacia ti .
  3. Cuentan que un niño, después de escuchar a su catequista la historia de Judas y cómo había muerto colgándose de un olivo, dijo con toda ingenuidad: “Señorita: Judas se equivocó colgándose de la olivera.” La catequista, sorprendida, le preguntó: “¿Y qué crees que debía haber hecho?” El niño respondió: “Pues colgarse del cuello de Jesús!” ¡Qué final tan distinto hubiera tenido, Señor, el desgraciado Judas, si se hubiera colgado de tu cuello! Que nosotros, Señor, si caemos, corramos a colgarnos de tu cuello, para pedirte perdón.

3. Dilogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregntate qu te pide el Seor... Hblale como a un amigo. Pdele perdn, dale gracias. Escucha en tu corazn qu te dice el Seor. Pide que te ayude para poder llevar a la prctica los deseos que han surgido en tu corazn.

18/03/2008


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