Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (B)

Paso la palabra. Para meditar cada día
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (B)
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.» Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. (Mc 14,12-16.22-26).

1.      Hoy celebramos que el Señor Jesús no nos ha dejado solos, sino que ha querido permanecer entre nosotros bajo las especies de pan y vino. En la Eucaristía el Señor sigue siendo el Emmanuel, el  Dios-con-nosotros. Y no sólo está con nosotros, sino que  nos ama tanto que se parte y se nos entrega como alimento. Por eso ésta es una fiesta, Señor, para darte gracias y para llenarnos de alegría. Gracias, hoy y siempre a ti,  Jesús Eucaristía, por tu amor.

 

2.      Ser cristiano no es sólo aceptar una serie de verdades; es vivir la vida de Cristo en nosotros.  Desde el bautismo y por el bautismo nosotros vivimos como injertados en Cristo, como el sarmiento vive unido a la cepa de la vid, como los miembros del cuerpo al cuerpo. Cristo vive en cada bautizado. Y esta vida - como la vida humana -  tiene que ser alimentada,  si queremos que sea una vida vigorosa y fuerte. Lo dijiste tú, Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida…”  ¿Por qué esta vida cristiana tan raquítica de muchos de nosotros? ¿No será que no la alimentamos o la  alimentamos mal? ¡Cuánta rutina, Señor, en nuestras eucaristías! Por eso el amor no crece en nosotros.

 

3.      La eucaristía es también alimento que nos une. En la eucaristía todos comemos el mismo pan, que es el Cuerpo del Señor; todos nos hacemos una misma cosa  en él y por él.  Pero ¿manifestamos esta unidad en la vida? Señor, hemos de confesar que no o que muy poco. Celebramos la eucaristía, comulgamos en el mismo pan y el mismo cáliz, que son tu Cuerpo y tu Sangre, pero ¿esto nos hace más solidarios, o continuamos caminando cada uno por nuestro lado, encerrados en nosotros mismos y en lo nuestro, como si los demás no tuvieran nada que ver con nosotros…? ¡Qué otra cosa ocurría en la primera comunidad! Dicen los Hechos que  “se reunían para partir el pan… y eran un sólo corazón y una sola alma… Y todo lo ponían en común…” ¡Qué absurdo, Señor, celebrar la eucaristía y comulgar, y después seguir desunidos, distanciados, aislados, aferrados cada uno a “lo mío”! ¡Qué contradicción compartir el Pan del cielo y no querer compartir el pan de la tierra; compartir tu Cuerpo y tu Sangre, Señor, que se entrega a todos por igual, y continuar sin entregarnos nosotros ni lo nuestro! Señor, que tu eucaristía nos cambie. Que nuestros egoísmos se rompan cada vez más al celebrar la eucaristía.

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

14/06/2009


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