Domingo de Ramos (B)

Paso la palabra. Para meditar cada día
Domingo de Ramos (B)
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: "El Señor lo necesita y lo devolverá pronto."» Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: - «¿Por qué tenéis que desatar el borrico?» Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron. Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: - «Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!» (Marcos 11,1-10).

  1. Comenzamos la Semana de Pasión. Un año más vamos a contemplar cómo Cristo muere en la cruz por nosotros. Pero su muerte en el Calvario sabemos que no es una derrota, sino el triunfo más rotundo y definitivo sobre los poderes del mal y del pecado. El Señor muere para salvarnos, para arrancarnos del dominio del pecado. Esto es lo que recordamos, celebramos y vivimos en esta semana: la pasión, muerte y resurrección de Cristo, los acontecimientos que nos dieron nueva vida, vida eterna. Señor, en estos días santos nosotros queremos acompañarte. Queremos unirnos a ti en la oración, en las celebraciones de la liturgia, pero especialmente en la entrega, en el amor, pensando más en los demás que en nosotros mismos, siendo más generosos, más comprensivos, más tolerantes. Que esta semana, Señor, sea en verdad santa para nosotros.
  1. Y como pórtico de la Semana Santa está el Domingo de Ramos, la celebración de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Entrada de rey pacífico, humilde y manso. Entra el Señor montado en un borrico, aclamado por gente sencilla del pueblo, por los discípulos y unos niños. Ellos le aclaman con gritos de júbilo: Viva el Hijo de David!” “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” “¡Viva el Altísimo!” “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” Y agitan palmas y ramos de olivo, símbolos de la paz. Porque ése es Jesús: el rey de la paz y del amor. Como dice san Andrés de Creta: “Él viene, pero no como quien toma posesión de su gloria, con fasto y ostentación… No gritará -dice la Escritura-, no clamará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde… Corramos, pues, con el que se dirige con presteza a la pasión, e imitemos a los que salían a su encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo, tapices, mantos y ramas de palmera, sino para poner bajo sus pies nuestras propias personas, con un espíritu humillado al máximo, con una mente y un propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra que viene a nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener”. Eso es lo que queremos hacer en este día, Señor, “poner bajos tus pies nuestras propias personas," entregarnos a ti, acoger la oferta de paz y amor que nos traes.
  1. En la Eucaristía de hoy, después de bendecir los ramos y revivir la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, se proclama la Pasión. En ella contemplamos cómo al que acabamos de aclamar rey, es torturado y llevado a la muerte en cruz. De la aclamación, al desprecio y la condena. Muchos de los que le aclamaron el domingo, el viernes gritaron contra él y pidieron su condena. Así de inconstantes somos. ¡Con qué facilidad pasamos del fervor a la frialdad y la indiferencia, del Domingo de Ramos al Viernes Santo! Un rato de fervor en la oración o en la eucaristía y somos capaces de todo: “Señor, todo lo que tú queras…” Pero llega la rutina de cada día o la dificultad, y nos olvidamos y le damos la espalda. Perdona, Señor, tanta inconstancia. Tú, Jesús, dijiste sí al Padre y lo mantuviste hasta la cruz. Por eso el Padre te resucitó. Que nosotros, Señor, permanezcamos siempre en tu amor y tu alabanza. Que seas para siempre nuestro Rey y Señor.

Nota: En la misa de este domingo, como evangelio, se lee la Pasión según san Marcos (15, 1-38). Sería muy provechoso leerla íntegra y meditarla.


Pasión de N. S. Jesucristo según de Marcos (15, 1-38)

Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.

Pilato le preguntó:

- ¿Eres tú el rey de los judíos?

Él respondió:

- Tú lo dices.

Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.

Pilato le preguntó de nuevo:

- ¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.

Jesús no contestó nada más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.

Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.

Pilato les contestó:

- ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.

Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

- ¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?

Ellos gritaron de nuevo:

- Crucifícalo.

Pilato les dijo:

- Pues ¿qué mal ha hecho?

Ellos gritaron más fuerte:

- Crucifícalo.

Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio- y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

- ¡Salve, rey de los judíos!

Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.

Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.

Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de “La Calavera”), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.

Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: “Lo consideraron como un malhechor”.

Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

- ¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.

Los sumos sacerdotes se burlaban también de él diciendo:

- A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.

También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

- Eloí, Eloí, lamá sabaktaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).

Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

- Mira, está llamando a Elías.

Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:

- Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

- Realmente este hombre era Hijo de Dios.

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

05/04/2009


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