Domingo 24º Tiempo Ordianario (A)

Paso la palabra. Para meditar cada día
Domingo 24º Tiempo Ordianario (A)
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. (Mateo 18:21-30).

1.      En una cultura donde imperaba la ley del ojo por ojo y diente por diente, perdonar dos veces era ya bastante. Pedro, siendo generoso, pregunta si ha de llegar hasta siete. Y la respuesta de Jesús es tajante: “No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete», que es como decir: hay que perdonar siempre. Pedro ha intentado ser generoso, pero a lo humano. Jesús eleva el nivel: hay que imitar a Dios, que es infinitamente misericordioso.

2.      Y para que le quede claro, le explicas la parábola del siervo despiada­do: su señor le ha perdonado diez mil talentos -unos setenta millo­nes de denarios- y él no es capaz de perdonar cien denarios a su compañero. Jesús, a veces pienso que lo que alguien me ha hecho es imperdonable, y no me doy cuenta de que eso -que me parece enorme- es como cien denarios comparado con los setenta millones que Tú me has perdonado muriendo en la cruz.  San Juan Crisóstomo dice: «Dios a nadie aborrece y rechaza tanto como al hombre que se acuerda de la injuria, al corazón endurecido, al ánimo que conser­va el enojo» Si quiero ser tu discípulo, si quiero imitarte, he de aprender a «perdonar a lo divino». Y para ello necesito primero «amar a lo divino». Enséñame a amar a los demás como Tú los amas.

3.      Conforme: aquella persona ha sido mala conmigo; no debía ha­berse comportado así. Pero ¿no he sido yo peor contigo, Señor? Y Tú me perdonas una vez y otra.  ¿No voy a intentar hacer lo mismo con mi prójimo? Además, aquello que me parece tan grave, a veces es fruto de una confusión, o de un fallo sin mala intención; de modo que la otra persona no tiene la culpa o, al menos, toda la culpa.  Mi enfado pue­de ser injusto y, por supuesto, no arregla nada.  Mientras que si intentara aclarar las cosas con serenidad, muchas veces el problema se desva­nece. 

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

11/09/2011


  • Artículos de "Al hilo de la vida y de mis reflexiones"
  •