Sábado de la semana 14ª del Tiempo Ordinario

Paso la palabra. Para meditar cada día
Sábado de la semana 14ª del Tiempo Ordinario
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más, a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto, que no llegue a descubrirse, nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo no cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo". (Mateo 10:24-33).

1. El evangelio de hoy comienza advirtiéndonos: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo... ” A  los maestros de la tierra a veces hay discípulos que les pueden aventajar. Pero a Jesús, no. Jesús  siempre será el Maestro que tenemos que escuchar y seguir. Yo quiero escucharte, Señor, constantemente, meditar tu evangelio, contemplar cómo amas al Padre y a la gente y a nosotros. Para aprender de ti, para imitarte y asemejarme a ti cada vez más. Enséñame, Señor, a amar, a entregarme, a gastar la vida por el Reino, y por todos los que sufren, como lo hacías tú.

2. Que la vida de sus discípulos no sería fácil lo avisó Jesús muchas veces. Ayer nos lo recordaba y hoy insiste en ello: “Si al dueño de la casa lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más, a los criados!” Si Jesús, en su empeño de cambiar la sociedad y la religiosidad de su tiempo, tuvo dificultades, fue incomprendido, despreciado y calumniado, y murió en la cruz, ¿cómo podemos esperar nosotros otro trato, en nuestro empeño de humanizar este mundo y hacerlo más conforme al plan de Dios? El mayor peligro del discípulo es el miedo, acobardarse. Por eso, hoy por tres veces nos anima Jesús: “no tengáis miedo”. Porque sufriremos persecuciones, pero el Padre, que nos ama, se preocupa de nosotros y nos cuida y está siempre con nosotros, de modo que en toda dificultad experimentaremos su apoyo y su fuerza. Para que nos convenzamos, nos invita a mirar cómo su amor abraza la creación entera: la hierba, las flores, los pajarillos… Si de todos se interesa el Padre, ¿cómo va a abandonarnos a nosotros, sus hijos? El nos conoce a cada uno personalmente y nos ama y cuida. ¡Qué consuelo y confianza, qué seguridad, Señor, pone en mi corazón esta palabra tuya! En medio de las persecuciones e incomprensiones, no tenemos por qué temer, el Padre está con nosotros.

3. Es cierto que ni la palabra de Jesús ni la fe nos van a librar mágicamente de los problemas de la vida. Pero sí nos aseguran que el Padre no nos va a abandonar nunca y que en todo momento, aun en los más oscuros, nos hará sentir su amor. ¿Es que no lo hemos experimentado a veces?  Nuestro Dios no es un dios lejano, olvidado de  nuestros asuntos y problemas, enfurruñado siempre porque somos malos, sino un Padre todo amor y comprensión, a quien le interesa hasta lo mínimo de cada uno de sus hijos: “Hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados”... ¡Cuánto más tendrá en cuenta nuestras preocupaciones, debilidades, temores y dudas y miedo a vivir y proclamar nuestra fe ante la gente!... Los hombres podrán torturar y matar el cuerpo, pero no la libertad y el espíritu de amor. Porque, Señor, Dios y Padre nuestro, tú estás siempre con nosotros y nos das la fuerza y la paz necesarias para ser testigos de tu amor en todo momento.

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

09/07/2011


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