24 diciembre - Adviento

Paso la palabra. Para meditar cada día
24 diciembre - Adviento
Por Jesús Aniorte

1. Preparación

Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.

Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.

2. La palabra de Dios

En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.  Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz." (Lucas 1,67-79).

1. Hoy, víspera de la Navidad, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías, después del nacimiento de su hijo. Zacarías ha experimentado la misericordia y la fuerza del Señor. Y lo bendice. Ante el hijo de su ancianidad, mira la historia de Israel, el pueblo elegido por Iahvé, y la resume en una frase: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo…» Israel era un pueblo pequeño, rodeado por Egipto, Asiria, Babilonia, pueblos más poderosos que él… La amenaza de ocupación era constante, pero Israel sobrevivió. ¿Cómo? El judío, al recordar su historia, sólo encuentra una explicación: ha sido la mano poderosa del Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el que lo ha defendido y lo ha liberado de caer en manos de los enemigos. ¿No es lo que descubrimos también nosotros en nuestra historia personal, cuando miramos atrás? ¡Qué bondad la tuya, Señor, descubro; con qué fuerza has luchado en mi favor en tantas ocasiones! Yo también te canto y te bendigo hoy: ¡Bendito, seas Tú, Señor, porque también a mí me has visitado y redimido y liberado de infinitos peligros!

2. El canto de Zacarías es una oración profética sobre la venida del Salvador, un Salvador que nos llega como niño débil, indefenso, que nace de una sencilla mujer del pueblo en un establo. Y nace “para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días”. Sí, Señor que te haces niño, ven a liberarnos de tantos temores que siguen habitando en nuestro corazón: temor a ser rechazados y no ser queridos por los demás si no vivimos según lo que se lleva y nos atrevemos a profesar nuestra fe y vivir según las exigencias del Evangelio; temor al fracaso, al sufrimiento, a la enfermedad,  a la muerte… Sobre todo, Señor,  líbranos de los miedos que nos impiden decir sí  a Dios de una manera rotunda, de modo que “le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos los días de nuestra vida”. Ven, Jesús, ven y líbranos de todos esos temores. Ven para elevarnos y hacernos hijos de Dios. Ven y haz  que vivamos siempre con la confianza de hijos que se sienten amados por Dios.

3. «Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplareis su gloria», nos anuncia la liturgia de hoy. El Señor llega  para iluminar la oscuridad de nuestras vidas, para levantarnos de las sombras de la muerte. Zacarías proféticamente anuncia lo que va a empezar a suceder a partir de esta noche: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz." Tú, Dios nuestro, nos visitas y nos redimes; comienzas a vivir como uno más entre nosotros, para enseñarnos el camino que debemos seguir para ser felices ahora y siempre. Jesús, Niño que llegas, que nos preparemos para recibirte; que nos dejemos iluminar por tu luz, y así tu gloria se manifestará al mundo por medio de nosotros.

Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén (Oración de la misa).

3. Diálogo con Dios

A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

24/12/2014


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