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  ¿Quien fue el culpable de la muerte de Jesús?   (Pedro Hernández Cañizares)

Este escrito pretende ser una reflexión muy personal sobre la Pasión y Muerte del Señor y, consecuentemente, sobre la pasión y muerte del hombre, extraída de los textos evangélicos en base a las siguientes preguntas: ¿Quién o quienes fueron los culpables de la muerte de Jesús? ¿Fue Dios Padre? ¿Fueron los sumos sacerdotes, ancianos, escribas y fariseos.? ¿O acaso fue el mismo Jesús? ¿Fueron Pilatos y Judas? La pregunta es muy importante para mí pues su respuesta nos debe situar en el exacto y verdadero ámbito de nuestra conducta moral en el seguimiento de Jesús, sobre todo cuando arrecian las dificultades, la oposición, el enfrentamiento e incluso la persecución. Porque, como dice el Señor, "Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros" (Juan 15. 20).

De este modo esta reflexión sobre la Pasión y Muerte de Jesús, es también una reflexión sobre la pasión y muerte del discípulo, cuando éste, en seguimiento de Jesús, quiere vivir los valores del Reino en medio del mundo.

1. ¿Fue Dios Padre el culpable de la muerte de Jesús?

San Pablo escribe en su carta a los Romanos lo siguiente: "Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas?" (Romanos 8, 31 s; cf. Romanos 4, 25).

Los humanos, desde Adán y Eva hasta hoy, tendemos a echar la culpa a los demás de nuestras desgracias y contratiempos. Ni siquiera Dios es una excepción cuando buscamos culpables de nuestros infortunios sociales o personales, como si Dios tuviera que estar siempre suspendiendo las leyes naturales cuando éstas nos son adversas o manipulando a los hombres cuando éstos se alejan de sus planes.

Pero ¿tuvo Dios la culpa de la Pasión y Muerte de Jesús? ¿Por qué no lo liberó? ¿Por qué tuvo que morir el inocente cuando todo lo había hecho bien? Más aún ¿por qué dice San Pablo, según el texto arriba citado, que le entregó por todos nosotros? ¿Es nuestro Dios un Dios sádico, ávido de sangre, que necesita la revancha, la satisfacción o el precio de un alto rescate? Interpretaríamos mal la cita de San Pablo si la entendiéramos así.

Ateniéndonos exclusivamente al contexto de la cita referida. Pablo quiere subrayar en ella el amor de Dios, un amor tan grande e intenso que nada ni nadie nos puede separar de Él. Hubiera podido hacer una excepción con su Hijo, y haberle liberado, pero Él no lo entregó a la muerte, nos lo entregó por amor a nosotros con todas las consecuencias y, con todo el dolor de padre, tuvo que soportar que nosotros le hiciéramos morir de una muerte trágica. A pesar de todo ni siquiera eso nos separó del amor que Él nos tiene, pues la muerte de Jesús, inflingida con infinita malicia por parte nuestra, sirvió, por pura gracia e iniciativa suya, para nuestra salvación y la remisión de nuestros pecados. ¡Por pura gracia estamos salvados! (Cf. Efesios 2,5).

Comparada la cita de referencia con los relatos de la Pasión podemos deducir de ella dos cosas más. Primera: Dios lleva siempre la iniciativa y dirige la historia. Dios es quién decide salvamos. Dios es quién decide hacerse hombre. Y, aunque los hombres trunquemos sus planes, Él sabe reconducir todo para nuestro bien. Nosotros torcimos sus planes y matamos a Jesús, que aceptó incondicionalmente todas las consecuencias de ser hombre, pero Él recondujo la historia e hizo que esa muerte sirviera para nuestra salvación. Nosotros matamos a Jesús para hacerlo desaparecer, pero Él lo resucitó y nos lo devuelve vivo para siempre. ¡Dios ha escrito siempre recto en líneas torcidas! Y, segunda: Dios es soberanamente libre y quién nos da la libertad que nos constituye como personas, aunque nosotros la utilicemos en contra suya. Por eso Jesús contesta a Pilato en el sumarísimo proceso seguido contra Él: "No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiese dado de arriba" (Juan 19, 1l).

No, Dios Padre no es culpable de la Pasión y muerte de Jesús, como tampoco lo es de la pasión y muerte de tantos hombres que, como Jesús, aceptan incondicionalmente las consecuencias de ser personas humanas y seguidores de Jesús. Más aún, Dios Padre convirtió el desastre en tabla de salvación. Los hombres podemos poner zancadillas a Dios, pero hacerle caer, no.

2. ¿Fueron los sumos sacerdotes, ancianos, escribas y fariseos los culpables de la muerte de Jesús?

Los enfrentamientos de Jesús con la clase dirigente judía fueron numerosos y en cuestiones importantes. La afirmación de Marcos "los sumos sacerdotes y los escribas buscaban como prenderle con engaño y matarle" (Marcos 14, 1) es avalada por todos los evangelistas al comienzo de los relatos de la Pasión y Muerte de Jesús. "Entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás; y resolvieron prender a Jesús con engaño y darle muerte" nos dice Mateo (26, 3-4). Lucas constata: "Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban como hacerle desaparecer, pues temían al pueblo" (Lucas 22,2). Y Juan ya refiere el propósito y la intención de matar a Jesús mucho antes del comienzo del relato de la Pasión (Juan 10, 21-39; 11, 45-54). Esta decisión no había surgido, pues, de momento, si no que venia fraguándose desde antiguo, desde los comienzos de su ministerio (Lucas 4, 14-30; Juan 7, 30).

Uno de los puntos de fricción más fuertes entre Jesús y la clase dirigente judía era la permanente negativa de Jesús a darle señales con las que avalar su pretensión y ministerio mesiánicos (Mateo 8, 11-13; 16, 1-4; Lucas 4, 23). La negativa de Jesús era razonable, porque, en el fondo, el problema no era de señales sino de corazón y de mente. Las señales no sirven de nada para un corazón y mente cerrados, fundamentalista y fanático. La clase dirigente judía había sido testigo de muchos milagros de Jesús, pero eso no sirvió de nada, excepto para un endurecimiento más acervo y radical de sus posturas. Un claro ejemplo lo tenemos en la resurrección de Lázaro. Juan escribe lo siguiente una vez ha relatado este milagro: "Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación - y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Desde este día, decidieron darle muerte". (Juan 11, 45-54). Pero como el milagro, una vez desaparecido Jesús, aún quedaba patente y constatable en la persona de Lázaro resucitado, "Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lácaro, porque a causa de él, muchos judíos se les iban y creían en Jesús" (Juan 12, l0s).

Muchas personas siguen sufriendo, salvadas las distancias como sufrió Jesús, porque todavía existen hombres que, a semejanza de la clase dirigente judía, son lectores de un solo libro, amigos de un amigo pensadores de una sola idea, fanáticos de una sola forma, incondicionales de una sola manifestación de la verdad, y contertulios de sí mismos.

El resto no existe para ellos. Y, de existir, lo perciben como una amenaza continua que es necesario silenciar a cualquier precio: "Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle muerte, y no lo encontraron a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos" (Mateo 26, 59s; Marcos 14, 55).

3. ¿Fue Jesús el culpable de su muerte?

Esta pregunta parece obviamente innecesaria por cuanto llevamos dicho hasta aquí. Pero no me resisto a planteármela de nuevo. ¿No tendría Jesús algo de culpa? No me pregunto si la tuvo entera, o a medias, sino algo, porque algo hubiera podido condescender con la pretensión de sus enemigos por razones pastorales, por no crear enfrentamientos y divisiones entre personas religiosas, por... algo cabezón si que fue. Por ejemplo, poco le hubiera costado bajarse de la cruz, aunque después se hubiera subido de nuevo, cuando los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban de Él diciendo: "A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos" (Marcos 15, 31s). Existían razones más que suficientes para hacerlo. Hubiera sido algo esplendoroso. Pero no, no bajó.

Un corazón cerrado no lo abren mil llaves, ni tampoco una mente fanática. De nada le hubiera servido a Jesús bajarse de la cruz, como de nada le sirvió la resurrección de Lázaro, excepto para buscar más pronto su muerte, pues un corazón cerrado es, a su vez, un nido de múltiples enfermedades.

Aparte de esto, el mesianismo de Jesús se realizó como un servicio a la voluntad del Padre. Y la voluntad del Padre estaba clara para Él: asumir con todas las consecuencias la realidad humana, no utilizar nunca su mesianismo en beneficio propio como si se tratara de un destino para medrar y enriquecerse, e implantar el Reino del Padre. Jesús fue inflexible en esto. No existe milagro alguno narrado en los Evangelios hecho en beneficio propio. Perdonó a sus enemigos hasta en la cruz, pero no cedió un ápice en cuanto significaba verdad, honradez y fidelidad a su propia misión. Su muerte no tiene justificación alguna desde ningún punto de vista, aunque por Él en aras de estos principios sirvió para nuestra salvación. Y ahí también está nuestra grandeza.

No. Jesús no fue el culpable de su muerte. ¿O es que la culpa de su situación la tienen los cubanos por no ceder al dictador? ¿O acaso nos debemos sentir culpables de las matanzas de los terroristas, como pretenden ellos, por no ceder a su chantaje?

Pedro Hernández Cañizares,
Franciscano Capuchino
Párroco de las Tres Avemarías

1/9/2001


 
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