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  MINI-DICCIONARIO DEL CINE   (Gines Rosa)

MINI-DICCIONARIO DEL CINE
(Apuntes para la historia del cine de pueblo)

INTRODUCCION

El cine, en parte, fue nuestra salvación. Gracias al cine, no dejamos de soñar, de pensar en otros ámbitos, en otras culturas, en otras libertades; de imaginarnos más libres y ciudadanos de un mundo más justo y menos convulsionado, pero sobre todo, y vueltos a la realidad de todos los días, de tramar planes desde el momento en que nos enterábamos de la película o películas que "echaban" en el cine o en los cines de nuestro pueblo. El cine nos proporcionaba argumento para tirar de buena parte del día, tal era su poder de seducción. Gracias al cine, acabábamos el día y nos íbamos a dormir con una buena dósis de fantasía, muchas veces con una canción en los labios y con el ánimo bien dispuesto para afrontar el día siguiente. Todo gracias al cine, a aquellas películas que por apenas unas pesetas nos era permitido participar en el ritual de la proyección cinematográfica que era el segundo alimento de casi todo el pueblo, pues se tenía la sensación de que todo el mundo participaba en aquella ceremonia de todos los días, de todas las noches.

El cine formó parte de la historia de aquellas décadas, se inscribió en nuestras vidas con fuerza irresistible hasta el punto de constituir, seguramente, uno de los componentes más vitales de nuestro diario vivir. Ir al cine se convirtió en un acto que formaba parte de las cosas importantes que se podían hacer al cabo de día, como ir a trabajar o ir al colegio, a la escuela o al instituto.

El cine, por consiguiente, dejó muchas huellas en nuestro comportamiento, en nuestro modo de ver las cosas, en nuestro lenguaje, y a través de la pantalla nos escapábamos de una cotidianeidad sin alternativas, donde el sistema se encargaba de pensar por los demás, donde apenas existía la posibilidad de contrastar alguna cosa y a cada momento se nos ordenaba lo que teníamos que hacer. El cine nos ayudó a sentirnos bastantes más felices de lo que nuestro entorno era capaz de hacer, al menos en aquellos años donde la gente quería olvidar el pasado inmediato para recuperar situaciones y momentos perdidos.

De aquellas décadas en las que el cine era una de las pocas cosas serias e importantes que pasaban por nuestras vidas, quedaron muchas cosas y momentos imborrables. Creo que hasta se podía abordar una pequeña historia del cine en el pueblo. Una historia que narrara no sólo las películas que nos ponían, los actores que las trabajaban (pues con el verbo trabajar se reconocía la calidad de la interpretación) y mil cosas en torno a lo que nos traían miles y miles de películas que pasaron por nuestras vidas, sino el propio comportamiento y la actitud de los espectadores ante el fenómeno del séptimo arte.

De todo aquel caleidoscopio, entre la realidad y la fantasía, traigo a la memoria de estas páginas una serie de pequeñas historias, recuerdos, situaciones y momentos vividos al calor del cine y de una pantalla que cada vez hacíase más grande y espectacular, a medida que la sociedad avanzaba y nos íbamos convirtiendo en mejores condumidores. El título de estas páginas hace innecesarias muchas aclaraciones. Se trata de unos apuntes. La historia podría queda abierta para cualquier otra ocasión.

1/10/2001


 
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